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En busca de un nuevo hogar, con final trágico.
Diario de explorador:
Llevábamos semanas preparando el viaje, según nuestros primeros informes el lugar era perfecto, tenía comida en abundancia y recursos que no parecían agotarse, el mensajero que trajo las buenas nuevas estaba eufórico con el hallazgo, parecía que incluso las poblaciones cercanas eran amigables y no temían por su territorio.
Aunque la suerte parecía estar de nuestro lado, la cúpula de mando no estaba tan segura de nuestra buena suerte: ningún mensajero había dado señales de vida en las últimas semanas, no sabíamos si era señal de tranquilidad o todo lo contrario.
Yo, como explorador, me tocaba preparar el terreno para la llegada de nuestra soberana y su séquito, pero la incertidumbre producida por la escasez de noticias había hecho dudar a los consejeros reales de la urgencia de mi partida, pero no nos podíamos demorar demasiado, nuestro pueblo corría peligro si no emigrábamos lo antes posible.
Al final de la semana se reunió el consejo y mi unidad fué designada para ir a la busca de nuestros compañeros desaparecidos. Cruzamos terrenos encharcados, subimos paredes escarpadas y pasamos por terrenos aparentemente desérticos, tal y como nos habían prevenido nuestros mensajeros, hasta que al fin llegamos a la que esperábamos fuera nuestro nuevo hogar.
Pálidos, asistimos al espectáculo que aparecía ante nuestros atónitos ojos, una macabra representación de la suerte que habían corrido nuestros compañeros: cuerpos desparramados hasta donde alcanzaba la vista, ojos inertes y miradas espantosamente tranquilas en todos ellos. Como jefe de escuadrón, rápidamente advertí el peligro: ordené a mi tropa que se ocultara lo más lejos posible del punto de encuentro, nuestros compañeros habían sido envenenados, y quizás la letal sustancia seguía en el aire...
Reconozco que en aquel momento me pareció buena idea, pero ahora me doy cuenta de mi error: al desmembrar la unidad de nuestro equipo, los asesinos de la élite de mensajeros fueron acabando con nosotros uno a uno, sin prisas y con la seguridad de tenernos acorralados. Si alguien lee este mensaje, yo y todo mi equipo habremos muerto con toda seguridad. Quizás cometí un error de cálculo, quizás la emboscada estaba demasiado calculada para nuestro ejército y no había nada que hacer, el caso es que ésta fué la suerte que todos corrimos, y creí mi deber acabar mi informe.
Sólo deseo que nuestra reina y todo su séquito tomen nuestra ausencia como una advertencia y no continúen su marcha hacia esta trampa mortal, la conservación de nuestra aldea es nuestro principal objetivo: Cruel destino el de una hormiga.
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